A Mis Padres: Una Voz que Nos Invita a Reflexionar

En nuestra Academia de Karate, nuestro objetivo más profundo es acompañar a cada familia en la formación de valores, en el fortalecimiento de vínculos y en la construcción de un carácter sólido. El karate es una escuela de vida, y lo que aprendemos en el dojo se convierte en un espejo de lo que vivimos en casa.

Hoy quiero compartir con ustedes un texto titulado “A mis Padres”, que representa la voz de los hijos hacia sus padres. Es una especie de carta escrita desde el corazón de los niños, cargada de verdad, sinceridad y ternura. Sus palabras no son un reclamo, sino una invitación a reflexionar: ¿estamos educando desde el ejemplo, el amor y la coherencia?

El reflejo de los hijos

Cada hijo observa más de lo que creemos. Sus ojos aprenden de nuestros gestos, de nuestro tono de voz, de nuestra forma de reaccionar ante los problemas y, sobre todo, de nuestra coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. El texto nos recuerda frases como:

  • “No me grites; te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar también a mí.”
  • “No me compares con nadie; si tú me haces lucir peor que los demás, entonces seré yo quien sufra.”
  • “Déjame valerme por mí mismo; si tú haces todo por mí, yo nunca aprenderé.”

Los niños no esperan padres perfectos, esperan padres presentes y conscientes. Quieren sentirse escuchados, acompañados y amados en cada etapa de su vida.

Del tatami al hogar

En el dojo trabajamos con los estudiantes valores como la disciplina, el respeto, la constancia y la humildad. Pero estos valores solo florecen plenamente cuando los padres también los refuerzan en casa.

Por ejemplo:

  • Si un niño escucha a sus padres cumplir sus promesas, aprenderá la importancia de la palabra dada.
  • Si ve que su mamá o papá le hablan con respeto, aun en medio de un enojo, aprenderá a manejar sus emociones con inteligencia.
  • Si observa que sus padres enfrentan los problemas sin rendirse, sabrá que la perseverancia no es solo una palabra, sino una forma de vida.

En karate repetimos una y otra vez: “El ejemplo arrastra más que mil palabras.” Lo mismo ocurre en la crianza.

Padres como líderes

Ser padre o madre es el mayor acto de liderazgo. Un buen líder no se impone con gritos, sino que guía con el ejemplo; no exige obediencia ciega, sino que inspira confianza y respeto.

En la vida familiar, cada padre es un “sensei” para sus hijos. Y como senseis, tenemos la responsabilidad de enseñar no solo con palabras, sino con la vida misma. El texto A mis Padres nos recuerda algo esencial: la autoridad sin amor se convierte en imposición, y el amor sin límites se convierte en permisividad. Educar bien es encontrar el equilibrio. 

Palabras que sanan y fortalecen

Uno de los mensajes más poderosos del texto dice: “Y quiéreme mucho y dímelo; a mí me gusta oírte decirlo, aunque tú creas que no es necesario que me lo digas.”

Muchos padres creen que el amor se sobreentiende, que no hace falta repetirlo. Pero para un niño, escuchar “te amo” es como recibir un cinturón de seguridad emocional. Esas palabras fortalecen su autoestima, les dan seguridad y los preparan para enfrentar la vida con confianza.

En el karate, cada saludo con un rei es un acto de respeto. En la familia, cada “te amo” es un acto de nutrición emocional. Ambos gestos, aunque sencillos, tienen un poder transformador.

El valor de la coherencia

El texto también nos confronta con frases como: “No me digas que haga una cosa que tú no haces.” Los hijos descubren rápido las incoherencias: si pedimos respeto, pero no respetamos; si hablamos de honestidad, pero mentimos; si pedimos esfuerzo, pero nosotros mismos no perseveramos.

Como padres, debemos recordar que educar no es repetir órdenes, sino vivir con coherencia. Es una invitación constante a mirarnos primero a nosotros mismos y preguntarnos: ¿sería feliz si mi hijo heredara mi vida tal como es hoy?

Una conexión con el Dojo Kun

En la Academia trabajamos el Dojo Kun, que incluye principios como:

  1. Buscar la perfección del carácter.
  2. Ser fiel y honesto.
  3. Cultivar el esfuerzo.
  4. Respetar a los demás.
  5. Abstenerse de comportamientos violentos.

Cada uno de estos principios se conecta directamente con las palabras del texto A mis Padres. Ellos nos dicen: “trátame con la misma amabilidad con que tratas a tus amigos”, lo cual es respeto. Nos piden: “déjame valerme por mí mismo”, lo cual es cultivar el esfuerzo. Y nos recuerdan: “no me corrijas delante de los demás”, lo cual es respeto y dignidad.

De esta manera, el karate y la crianza se convierten en caminos que avanzan juntos hacia el mismo destino: formar personas íntegras, resilientes y llenas de valores.

 Un llamado a los padres

Queridos padres, este texto no pretende señalar errores, sino abrir la puerta a la reflexión. Todos nos equivocamos, pero también todos tenemos la oportunidad de mejorar cada día. La crianza no es un examen que se aprueba o se reprueba; es un camino de crecimiento donde cada paso cuenta.

El karate nos enseña que la maestría no se logra de la noche a la mañana, sino con constancia, paciencia y humildad. Lo mismo ocurre con la paternidad y maternidad: se aprende en el camino, se perfecciona con el tiempo y se fortalece con el amor.

 

“La curiosa paradoja es que cuando me acepto tal como soy, entonces puedo cambiar. Lo mismo ocurre con los niños: cuando los aceptamos y amamos como son, les damos la fuerza para crecer.”

Carl Rogers (psicólogo humanista)

Desafío para esta semana

Padres, elijan un punto del texto A mis Padres y practíquenlo con sus hijos. Puede ser no compararlos, cumplir una promesa, hablarles con más respeto o simplemente decirles “te amo”. Observen cómo ese pequeño gesto transforma la relación y abre un espacio de confianza y amor en su hogar.

En la Academia de Karate Fénix caminamos junto a ustedes

Cada clase, cada saludo y cada principio que enseñamos en el tatami son también semillas que buscamos sembrar en la vida familiar. Queremos que la Academia sea un espacio donde los hijos aprendan disciplina, respeto y esfuerzo, pero también un lugar donde los padres se sientan acompañados en el maravilloso reto de formar personas íntegras.

Porque el karate no es solo un deporte: es una escuela de vida. Y como familia Fénix, queremos que cada paso que demos juntos sea un legado de amor, valores y esperanza para nuestros hijos.

 

Juan Pablo Hernández Vargas

Sensei y Mentor en Transformación Personal y Liderazgo

Autor de: Padres Cinta Negra

 

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A Mis Padres

No me des todo lo que pida; a veces yo sólo pido para ver cuánto puedo obtener.

No me des siempre órdenes; si en vez de órdenes, a veces me pidieras las cosas, yo las haría más rápido y con más gusto.

Cumple las promesas buenas o malas; si me prometes un premio, dámelo... Pero también un castigo si me lo merezco.

No me compares con nadie; especialmente con mi hermano o mi hermana; si tú me haces lucir peor que los demás, entonces seré yo quien sufra.

No me corrijas mis faltas delante de nadie; enséñame a mejorar cuando estemos solos.

No me grites; Te respeto menos cuando lo haces y me enseñas a gritar también a mí, y no quiero hacerlo.

Déjame valerme por mí mismo; si tú haces todo por mí yo nunca aprenderé.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que las diga por ti, aunque sea para sacarte de un apuro; me haces sentir mal y perder la fe en lo que dices.

Cuando yo hago algo malo, no me exijas que te diga el porqué, pues a veces ni yo mismo lo sé.

Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá mi opinión que yo tengo de ti, y así me enseñarás a admitir mis equivocaciones.

Trátame con la misma amabilidad y cordialidad con que tratas a tus amigos ya que, aunque seamos familia, podemos ser amigos también.

No me digas que haga una cosa que tú no haces; yo aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas, pero nunca lo que tú digas y no hagas.

Enséñame a conocer y amar a Dios; pero de nada vale si yo veo que tú ni lo conoces, ni lo amas.

Cuando te cuente un problema mío, no me digas: "No tengo tiempo para boberías" o "Eso no tiene importancia"; trata de comprenderme y ayudarme.

Y quiéreme mucho y dímelo; a mí me gusta oírte decir, aunque tú creas que no es necesario que me lo digas.

 

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